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El Oratorio
Casa que acoge, escuela que prepara para la vida, parroquia que
evangeliza y patio donde compartir la vida y la amistad...
El Oratorio de Don Bosco forma parte de la realización
de su sueño, de su proyecto de vida
El Oratorio que había soñado Don Bosco, se inició el 8 de diciembre de
1841 con una sencilla catequesis. Pero no le fue fácil encontrar el lugar
definitivo donde desarrollar sus sueños. Primero, en
algunos espacios de la citada iglesia de San Francisco de Asís y en los patios
del Instituto Pastoral de don Calosso. Después, pasó con sus muchachos al
Internado para niñas de la Marquesa de Barolo, del que fue Director Espiritual
y donde predicaba y confesaba. Más tarde y sucesivamente, recorrió varias
iglesias, dentro y fuera de la ciudad… Y, por fin,
en abril de 1846, le ofrecieron en alquiler un cobertizo y una franja de
tierra: el “Cobertizo Pinardi”. Una nueva fase de su sueño comenzaba para él y
sus muchachos. Este cobertizo y las habitaciones de la casa adjunta, que
fue alquilando progresivamente, estaban ubicadas en Valdocco, un barrio a las
afueras de Turín. Allí sería donde Don Bosco centraría el desarrollo de su
apostolado. Las adaptaciones del edificio y el terreno para el Oratorio fueran
hechas por él mismo y sus muchachos. El cobertizo se convirtió en capilla, que
fue bendecida por el arzobispo de Turín. Y el número de muchachos fue en
aumento. La
intensidad de su trabajo desinteresado en favor de sus muchachos, deterioró
bien pronto la salud de Don Bosco, que estuvo a las puertas de la muerte.
Después de pasar un periodo de descanso en su casa de Becchi, regresa a Turín.
Pero no regresaba solo: con él traía a su madre, Margarita Occhiena, que con 58
años de edad venía a echar una mano al sueño de su hijo. Los muchachos, muchos
de ellos huérfanos, comenzarían a llamarla “Mamá Margarita” y con ese nombre
será recordada por la tradición salesiana. El Oratorio de Don Bosco se
desarrolla entonces como una escuela donde los muchachos podían aprender un
oficio útil, una iglesia donde asistir a los sacramentos y un patio para jugar
sanamente con los amigos. Desde el principio Don Bosco puso en el centro de su
obra la figura de San Francisco de Sales como modelo de amabilidad, dulzura y
espiritualidad religiosa. Visitaba los lugares donde trabajaban sus muchachos
para garantizar que no fueran víctimas de explotación, buscaba trabajos dignos
para muchos de ellos y hacía que los patronos firmaran con él contratos que
garantizaran los derechos de los muchachos y jóvenes, anticipándose así a la
legislación laboral internacional.
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